El creciente deseo de fidelidad a nuestro Fundador y la adhesión sincera a ser instrumentos eficaces de la Nueva Evangelización han impulsado a los Guanelianos, en la última década, a una relectura de su patrimonio educativo, mediante una profundización seria y documentada.
La iniciativa, que comenzó en septiembre de 1986 y que prosiguió con un amplio intercambio de reflexiones en el que se han implicado todos los componentes de la Familia guaneliana, religiosas, religiosos, laicos, tanto el vértice como la base, tenía como propósito general una obra intrépida de revisión, reinterpretación, puesta al día y profundización de la experiencia educativa de Don Guanella, conscientes de la perenne validez de sus argumentos de fondo y, al mismo tiempo, de la inevitable historicidad de sus expresiones.
De manera más concreta, la investigación debía responder a la apremiante necesidad de ofrecer a los educadores un marco de referencia, una síntesis de los aspectos más característicos de la acción educativa guaneliana (inspiración, contenidos, estilo, campos de acción, ambientes y estructuras típicas.), y facilitar, de esta manera, la redacción de
El fruto de esta amplia investigación es el contenido de estas páginas, que, en primer lugar, van dirigidas a cuantos trabajan siguiendo las huellas de Don Guanella, sin excluir a aquéllos que desean realizar sus proyectos educativos según el estilo guaneliano.
Si dejamos a un lado la terminología, la idea de un marco educativo que sirviese de referencia les viene de lejos a los guanelianos. No exageramos si decimos que surca toda su historia ya centenaria.
Don Guanella y a pensó en ello, desde el inicio de su actividad fundadora. Lo tomó prestado de Don Bosco, pero imprimiéndole su sello particular, empujado por situaciones e instituciones que eran, en parte, distintas. Al igual que Don Bosco, lo llama
Durante los casi cuarenta años que dedicó a su obra, lo aplicó con denodado esfuerzo e hizo que se aplicase con diligencia. Lo fue adaptando, enriqueciéndolo con esquemas y programadores que nos ha dejado puntualmente en sus Reglamentos.
Exhortó insistentemente a sus seguidores para que no descuidasen el estudio y la formación, porque en ellos veía una respuesta a los tiempos nuevos, la posibilidad de conocer los nuevos hallazgos pedagógicos, las necesidades emergentes.
Escribía literalmente hace ya años:
Después de Don Guanella, fue Don Leonardo Mazzucchi, su segundo sucesor, quien mantuvo despierto el interés por la educación. La suya es una voz calificada de la tradición. A Don Mazzucchi le empujaba, sin duda, el deseo de que no se perdiese la preciosa herencia recibida, pero no le son ajenas otras preocupaciones: la Congregación estaba creciendo y el contacto con situaciones culturales, sociales y religiosas nuevas y diferentes se hace inevitable; lo cual hace más necesario un punto común de referencia, escrito y teorizado, para evitar el riesgo de apartarse de la propia identidad y de perder el vínculo vital de la unidad, incluso desde el punto de vista educativo.
Consciente de que esta necesidad habría tenido mayor peso en el futuro próximo de la Congregación, intenta, a tan sólo diez años de su muerte, en el Ensayo de Reglamento disciplinar, dar una redacción orgánica al tema de fondo. La formulación no es científica, pero le cabe el mérito de ser la visión educativa y pastoral más completa que los guanellianos han tenido hasta el presente.
Ahora, con el Documento base para proyectos educativos guanellianos se da un paso más. La síntesis que se ofrece se basa en las motivaciones, apenas esbozadas, que provienen de la voz de nuestro querido Beato y de la tradición. El
Es una constante en el Documento la referencia a la condición de los destinatarios y al ambiente en el que viven. Sirve para subrayar el tipo de demandas que de ellos procede, especialmente si están en la línea del Evangelio: necesidad de verdad, de liberación, de crecimiento humano, deseo — si bien implícito — de conocimiento del misterio de Dios.
El
Las aportaciones de las ciencias de la educación y especialmente las indicaciones pastorales que la Iglesia ha ido madurando a lo largo del tiempo constituyen una parte viva e innovadora del Documento.
El Documento se hace eco del momento histórico en el que estamos llamados a trabajar, como así sucede desde hace más de una década, lo que se ha dado en llamar
No se puede dejar de subrayar, finalmente, la confianza sin límites que el Documento deposita en el trabajo educativo en general y en el preventivo en particular, que se ha revelado en la tradición cristiana como una de las mejores expresiones del precepto evangélico del amor.
Con estos elementos de indudable actualidad y eficacia, la presente publicación, además de ser una preciosa herramienta de trabajo, adquiere el valor de un mensaje que quiere suscitar esperanza y sostener en el cansancio, más agobiante hoy en día por la inercia y el conformismo cultural que se contagian también al terreno educativo.
Que así sea para la Familia guanelliana, a la cual estas páginas ruegan una colaboración vital y creativa, aguijoneada por la pasión humana y cristiana por los pobres. Que así sea para cuantos —ojalá sean muchos— quieran participar en esta aventura, rigurosamente radicada en la armonía evangélica entre creación y redención, entre naturaleza y gracia, allí donde todo hombre descubre el sentido pleno de la vida.
Don NINO MINETTI
Superior General de los Siervos de la Caridad
El presente documento expone el sistema educativo, en su doble vertiente teórica y práctica, que la Obra Don Guanella desea hacer realidad en las múltiples actividades caritativas, para la promoción integral de las personas y de los pueblos, y, de una forma especial, para todos aquéllos que la pobreza material o moral ha marcado con indeleble sello.
Dicho sistema se construye sobre los valores cristianos de la vida y de la persona humana, tal y como fueron percibidos y vividos, gracias a un especial carisma, por San Luis Guanella y después por sus seguidores, a lo largo de una historia que dura ya cien años.
El documento no quiere ser un tratado pedagógico ni un manual de cosas que deben realizarse, para garantizar, así, el éxito en la acción educativa.
Muy al contrario, presenta de manera orgánica los valores pedagógicos que se derivan del carisma guanelliano y que deben impregnar las relaciones personales, la actividad propiamente educativa, rehabilitadora, asistencial y pastoral, y los respectivos caminos, en sus niveles de proyecto y de realización.
Subraya, por tanto, los elementos esenciales de la pedagogía guanelliana, que otorgan fisonomía específica a nuestra manera de llevar a cabo la promoción integral y de vivir la comunicación humana; como tales, son una realidad que, no obstante las mutaciones sociales y culturales, mantienen toda su fuerza vital, una realidad capaz de impregnar de espíritu guanelliano las relaciones personales y la acción individual y comunitaria.
Desde el momento en que contiene el patrimonio pedagógico guanelliano, el documento asume el carácter de carta constitucional para toda la actividad que desarrollen los guanellianos.
La palabra
Este documento se inspira y se sustenta en la Palabra de Dios, leída con los ojos y el corazón guanellianos que el Espíritu nos ha dado. Por la Palabra conocemos los designios de Dios sobre el hombre y sobre el mundo, así como su tarea educativa a lo largo de la historia de la salvación.
La segunda fuente es el Magisterio de la Iglesia que, como intérprete auténtica de la Palabra de Dios, indica a los hombres, con el cambiar de los tiempos y las culturas, los valores perennes de la dignidad humana y los caminos seguros para la promoción integral de las personas y de los pueblos.
El pensamiento y la vida de nuestro Fundador, junto a la tradición y a la experiencia guanellianas actuales, constituyen otra fuente importante de este documento, en cuanto que contienen los valores genuinos de nuestro sistema educativo.
También las personas que han sido probadas por el sufrimiento físico y moral nos ofrecen, desde su situación existencial, indicaciones preciosas respecto a aquello que verdaderamente cuenta para el ser humano, aquello que favorece el crecimiento integral o que, por el contrario, lo obstaculiza.
El documento tiene en cuenta también las ciencias humanas, porque ayudan a comprender el misterio del hombre, así como las realidades más profundas y los procesos de desarrollo de la vida y de la historia.
Por su naturaleza, el documento es la fuente principal de inspiración para todos los proyectos y programas educativos de la Familia guanelliana y de todos los que se inspiran en el carisma de Luis Guanella.
El documento es guía y punto de referencia para la elaboración y la consiguiente evaluación de proyectos y programas educativos guanellianos, ya sea a nivel mundial, ya sea a nivel de un área específica cultural y geográfica o de un determinado centro operativo.
La aprobación por parte de la autoridad competente reconoce en el documento un camino de fidelidad al Fundador y una respuesta a las preguntas de la Iglesia y a las expectativas de los hombres y mujeres de buena voluntad por lo que a la promoción de las personas y de los pueblos se refiere.
Y sin embargo, el documento no pretende ser perfecto y completo; permanece abierto a las aportaciones de las ciencias humanas y a la riqueza de ideas y valores que sin duda irán llegando, ya sea de una ulterior investigación sobre el carisma guanelliano y sobre sus aspectos pedagógicos, ya sea de las diversas experiencias de inculturación del mismo carisma en las diferentes culturas.
El documento se dirige sobre todo a los miembros de la Familia guanelliana: los Siervos de la Caridad, las Hijas de Santa María de la Providencia, los Cooperadores y las Cooperadoras.
Llamados a compartir con modalidades diversas el carisma de Luis Guanella, deben comprometerse a traducirlo cotidianamente en estilo de vida, en práctica y método educativos.
El documento se dirige también a todas las comunidades educativas guanellianas y a cada uno de sus miembros: las personas que han sido confiadas a nuestra tarea educativa y pastoral, así como sus familias, los trabajadores contratados y los que lo hacen de forma voluntaria, y cualquiera que colabore de cerca y de manera estable en las actividades de nuestras casas.
Para todos los arriba mencionados el documento se erige en depósito de valores que deben ser aceptados, respetados y puestos en práctica, según la tarea de cada uno.
Pero también está dirigido a cuantos quisiesen inspirarse, de una u otra forma, en el carisma guanelliano, a la hora de conformar su estilo de vida y de educación; igualmente está dirigido a cuantos colaboran de formas diferentes en nuestros proyectos de bien, como por ejemplo los amigos, los voluntarios, los bienhechores y los exalumnos.
Finalmente se orienta asimismo a quien, en la búsqueda de eficaces itinerarios educativos, descubre en la pedagogía guanelliana intuiciones y métodos válidos.
Por medio de Jesucristo, el hombre recibe la gracia extraordinaria de convertirse en hijo adoptivo de Dios, la fuerza de superar el mal y la capacidad para construir relaciones fraternales con los demás y para caminar junto a los otros hombres hacia el Padre.
Creado y redimido por Cristo, el hombre lleva en sí, en sus elementos constitutivos, un carácter de sacralidad: sagrada es el alma y sagrado es el cuerpo.
Ha recibido del Creador el mundo como una casa donde todos deben encontrar los medios necesarios para una vida digna, y poder gozar y compartir la alegría de la amistad con los demás.
De esta manera, invita a los hombres y a los pueblos a transformar el mundo mediante el amor y la caridad, de forma que la paz y la fraternidad pueden brotar y crecer hasta la llegada de un cielo nuevo y de una tierra nueva.
Por eso, creemos que debemos recorrer al lado de los pobres el camino hacia un mundo más solidario y fraterno; trayecto que sólo se puede emprender si escuchamos sus expectativas y tenemos en cuenta sus recursos.
Portadores de signos evidentes de fragilidad, limitación y egoísmo humano, poseen, a nuestros ojos, la misma altísima dignidad que cualquier otro ser humano. Para nosotros no son sólo personas que necesitan cuidados y ayudas, sino que les consideramos seres humanos dignos de respeto, estima y amor.
Sólo allí donde falta el amor pueden ser considerados como un peso; cuando se reconoce y se promueve su dignidad, se está reconociendo y promoviendo nuestra propia dignidad de personas y testimoniando el amor de Dios entre nosotros.
Si bien para Dios todos los hombres son sus hijos, sin embargo piensa y protege de manera especial a los más frágiles y necesitados, y por ellos siente una particular predilección.
Aceptando el sacrificio de la cruz, ha reconciliado a todos los hombres entre sí y con Dios, convirtiéndolos en hermanos y en hijos del único Padre.
Por su función de madre de Cristo y de los hombres, imita, mejor que la más perfecta de las criaturas, el estilo educativo de Dios, evidenciando sus componentes más maternales.
Al pie de la cruz, nos acoge como a hijos y se hace cargo de nosotros. Nos invita a mantener viva la esperanza y a permanecer unidos; nos ayuda a comprender el mensaje de alegría del Evangelio y los proyectos de Dios; nos sostiene en nuestros esfuerzos por el bien y nos anima a seguir sin vacilaciones los senderos de la vida y de nuestra misión.
Por su sensibilidad materna se da cuenta de quién necesita algo. A todos se acerca con amor solícito, con el solo deseo de que el designio de Dios se cumpla en cada hombre y en la entera humanidad.
Cuando decimos que queremos imitar el modelo familiar, estamos afirmando que queremos vivir los valores universalmente válidos que responden al proyecto querido por el Creador, que la Sagrada Familia de Nazaret vivió de manera ejemplar y que nuestro Fundador encarnó y nos transmitió.
Cada uno según sus capacidades y dependiendo de la misión asignada, participa responsablemente en la búsqueda del bien común, procura su propia realización y la de los demás. Todos se preocupan por todos y todos se animan mutuamente.
Con una tenacidad inasequible al desaliento llegó a todos los lugares, para que, de esta manera, el árbol de la caridad echase raíces y creciese.
Deseamos, sobre todo, ayudarles a tener un corazón de oro, capaz de acogida sincera y universal del prójimo, sensible a las necesidades de los demás, generoso y dispuesto a ayudar a los otros.
Porque estamos convencidos de que sólo en Jesús, el hombre puede alcanzar una relación más perfecta con Dios y encontrar la felicidad plena, nos comprometemos a fondo en la promoción de la fe en Jesús, hasta alcanzar la santidad cristiana, eso sí, respetando siempre la opción religiosa de cada individuo.
Nuestra acción caritativa, en consecuencia, busca su progreso material, moral, espiritual y religioso, siempre dentro del respeto a su historia y a su cultura.
De manera especial nos esforzamos para que las personas abran sus corazones al amor, se dejen inspirar e impregnar por este valor supremo, asuman su lenguaje y sus dinámicas y pongan en todo cuanto hacen un poco de amor.
Invitamos a todos para que el mandamiento del amor fraterno sea la estrella que guíe nuestras relaciones con los demás, con esa radicalidad y amplitud que Jesús quiso. Él nos enseña a transformar el amor en servicio y a convertir nuestra propia existencia en regalo permanente al prójimo, más aún si está necesitado.
Dios mantiene una relación educativa invisible pero real con sus criaturas: las previene con su amor y sus dones; las estimula y empuja a la colaboración, les abre senderos nuevos de crecimiento, les da luz y energías para que puedan proseguir el camino hacia la perfección.
El amor es el alma y también la fuerza que da vida. El amor nos proporciona los elementos esenciales de nuestra metodología pedagógica, suscita y configura las actitudes interiores y las conductas en las relaciones personales, crea una atmósfera especial y determina los criterios generales de actuación.
El amor, superando distancias y diferencias, lleva al hombre a una comunión de afectos, de sentimientos fraternales y de amistad.
No sabe de fronteras ni de razas, ni de tiempo, ni de espacio, de manera que
Del amor auténtico, como de un manantial abundante, surgen las ideas más creativas y las formas más imaginativas para hacer el bien a aquéllos que están a nuestro cargo.
La acogida se transforma en aceptación afectuosa de cada individuo y de cada pueblo, tal como son, evitando juzgar a la gente por su aspecto externo.
Y esto será posible con una tarea constante de mantenimiento de las fuerzas físicas, psicológicas y morales y su consiguiente reforzamiento, sobre todo de los puntos más débiles, para así levantar una barrera interna contra el mal e impedir que eche raíces en el cuerpo y en el espíritu.
Asimismo, consiste en evitar que afronten dificultades superiores a sus fuerzas, y en vislumbrar las necesidades con antelación, de manera que se provea diligentemente.
Alentar es más que el simple mensaje de confianza en el prójimo. Dar ánimo es el gesto oportuno y la palabra adecuada que empujan al hermano, sin casi darse cuenta, hacia el bien, y le encaminan a una situación en la que los valores puedan ser acogidos, asimilados y vividos.
Nos pondremos a su lado, seremos sus compañeros de viaje, pero sin sustituirles y sin que su libertad y su autonomía se vean comprometidas.
Para nosotros, un medio privilegiado de acompañamiento es la presencia asidua y fraterna que se hace realidad cuando compartimos la vida de cada día. De esta manera, nos preocupamos por conocer de cerca su mundo interior, sus necesidades; nos preocupamos por seguir personalmente sus vicisitudes, tender la mano en los momentos difíciles y hacerles sentir, por todos los medios, que los queremos.
Se fundamenta y se desarrolla en el cariño y en la voluntad más que en ninguna otra cualidad humana y, asimismo, se manifiesta a través de posturas internas y comportamientos externos que son el hilo conductor por donde pasa la riqueza de sentimientos de todo hombre que, por puro amor, desea el bien de los demás.
Y además, hay que tener en cuenta que el cariño— mucho más que el estudio — nos ayuda a ver las necesidades reales de los hombres.
Es más, la estima y el respeto, unidos a una profunda capacidad de observación, nos hacen descubrir la belleza, aun cuando parece escondida por la
La fe en el hombre nos lleva a creer en su bondad, y a poner de relieve sus virtudes, por pequeñas que éstas sean.
Ante los errores, la confianza no decae, sino que, por el contrario, se afianza con renovada caridad y anima a proseguir el camino emprendido, contando con la ayuda de Dios, de los hombres y de las propias cualidades.
No tiene su origen en el sentimentalismo o en razonamientos oportunistas, sino que tiene su razón de ser en el firme convencimiento de que el bien es más fuerte que el mal, de que la gracia de Dios actúa de manera eficaz en los corazones y de que en todos los hombres sus virtudes son Infinitamente superiores a sus defectos.
Cada uno tiene que dar lo mejor de sí a través del trabajo de cada día, del sacrificio y de la oración por el crecimiento de las personas y por el bienestar material y moral de la casa.
En sintonía con esta llamada de Luis Guanella, nuestras casas deben mantenerse siempre en tensión moral; esa tensión moral necesaria para animar a todos a la superación del mal y a la conquista de valores verdaderos.
Aunque es preciso decir que una relación educativa sin las actividades adecuadas y específicas, ofrecería respuestas parciales a las necesidades del individuo y no le daría las oportunidades necesarias para su crecimiento total.
De esta manera, al programar nuestras intervenciones y nuestro campo de acción, se calculan las fuerzas realmente disponibles y no se crean falsas expectativas a las que presumiblemente no se podrá dar respuesta.
Luis Guanella nos dice claramente que nuestras atenciones más delicadas, nuestros mejores cuidados deben reservarse para quien más duramente ha sido probado en el cuerpo y en el alma, independientemente de su credo o de su cultura.
Y este principio es válido para una casa respecto a su miembro más afligido, para una nación por lo que atañe a uno de sus grupos, para la humanidad toda en relación a un pueblo.
Estamos convencidos de que el contexto sociocultural, como la tierra en la que los seres humanos tienen sus raíces, condiciona fuertemente, y a veces hasta determina, sus comportamientos.
Para mejor lograr este objetivo, nos comprometemos a entrar en sintonía con el ambiente sociocultural, a hacer nuestro su patrimonio de valores, de usos y costumbres, asumiéndolo, cuanto sea posible, en nuestro estilo educativo.
Nadie, por lo tanto, asume actitudes de juez de otras filosofías y religiones, sino que todos están de acuerdo en aceptar los valores ajenos y en trabajar sobre los puntos que nos unen.
Es sensible a las urgencias de la caridad y pone de su parte cuanto puede, para dar respuestas adecuadas.
La comunidad educativa comprende a la comunidad local de la Familia guanelliana, a los trabajadores, a los destinatarios de nuestra misión y a sus familias y a todos aquellos que colaboran de cerca y de manera estable en la acción formativa.
Tal compromiso no se limita a momentos especiales, sino que es continuo y cotidiano; sabemos que el ambiente, en cuanto realidad viva que es, exige cuidados y atenciones permanentes
La comunidad formula su proyecto educativo, después de analizar y valorar la realidad y el contexto sociocultural, después de individualizar las necesidades y después de sopesar las capacidades de las personas.
Consiste en proveer, organizar y cuidar inteligentemente los medios y las estructuras que garantizan el desarrollo sereno y regular de la actividad educativa.
A ellos nos dedicamos de manera específica en nuestros centros siguiendo los itinerarios educativos que a continuación proponemos.
A la vez que tratamos de evitar los riesgos que pueden comprometer su integridad, nos ocupamos del desarrollo armónico de sus capacidades físicas, educándolos en el cuidado de su cuerpo y en el uso inteligente de sus energías.
Le presentamos, de una manera especial, a Dios como Padre providente, que da confianza, seguridad y alegría, y les invitamos a imitar su bondad, poniéndose a disposición de su proyecto de amor para la humanidad.
Por eso pretendemos acompañarles para que extiendan una mirada serena y positiva sobre sí mismos y sobre su situación personal, sobre la realidad y sobre la vida, que les lleve a una aceptación cariñosa de los demás.
Los ayudamos, pues, a cultivar su relación con Dios, una relación que se caracteriza por la aceptación serena de la voluntad de Dios y por la oración confiada y a contemplar esta estación de la vida como un tiempo precioso para vivir con mayor autenticidad la fe y prepararse al encuentro definitivo con el Padre.
En particular les ayudamos a madurar la sensibilidad hacia los valores éticos, a activar su gran necesidad de dar y recibir amor, a alcanzar una buena comunicación e integración con sus familiares y con los demás.
Todo esto es válido también para las personas con escasas capacidades intelectuales, pues sabemos por experiencia que estas personas captan por intuición aquellos valores que los
A la hora de transmitir conocimientos y valores, aunque no descuidamos la enseñanza oral, ofrecemos ocasiones variadas de aprendizaje a través de la experiencia concreta de la vida y el contacto con la naturaleza, de modo que conocimientos y valores se asimilen de forma más duradera.
Por consiguiente la relación formativa y el camino de promoción de cada uno, tiene lugar normalmente en grupo, auténtico hilo conductor de mensajes formativos con su riqueza y variedad de relaciones personales, de situaciones vitales y de estímulos educativos.
Nuestra atención se dirige simultáneamente a cada uno, con sus problemas y posibilidades, y al grupo, como humus en el que la persona hunde sus raíces y del que se nutre.
Estas líneas son válidas en general para todos los casos, aunque luego cada una tendrá que precisar en su proyecto educativo el espacio que se reserva a cada una, dependiendo de la cultura y de las exigencias de las personas.
Es por ello que ofrecemos también a las personas ancianas la posibilidad de conservar y ampliar sus conocimientos e intereses culturales, manteniendo así despierto su mundo interior.
Nos preocupamos de que haya una sana y equilibrada alimentación, una buena higiene personal, que tengan un vestido digno y adecuado, momentos de distensión y descanso, además de los controles médicos periódicos y de la terapia.
Privilegiamos sobre todo los deportes y las actividades de grupo, porque invitan a poner las capacidades personales y la propia acción al servicio de los objetivos comunes.
Esta intuición de nuestro Fundador, válida también hoy día, constituye para nosotros un compromiso de gran valor.
Entre las múltiples actividades que podemos ofrecer, además de las tareas domésticas, favorecemos cuantas estimulen la personalidad y sean fáciles de realizar. Donde sea posible, privilegiamos, siguiendo la invitación del nuestro Fundador, el trabajo en contacto con la naturaleza.
Tanto la catequesis como la predicación sean frecuentes, bien preparadas, sencillas y ricas en ejemplos; dirigidas a todos y, al mismo tiempo, diferentes, según las distintas categorías de personas.
La Eucaristía es el centro de nuestra existencia: sol que ilumina, calienta y madura los frutos, nuestro pan de cada día, presencia real de Cristo en medio de los suyos.
Antes de comprometer a los otros en esta tarea, tratamos de impregnar de cordialidad y amistad nuestras relaciones con los demás, transmitiendo, con gestos y palabras, un mensaje de bondad y de serenidad.
Creemos que existe, en todas partes, gente buena, y que cada hombre y cada pueblo son portadores de grandes valores morales y espirituales. Estamos convencidos además de que, en medio de la diversidad, podemos descubrir valores comunes en los que todos creemos y por los que todos vivimos.
Cuidemos esta presentación y tengamos en cuenta la mentalidad del ambiente y los medios que la técnica actual nos ofrece, de modo que los valores de nuestro sistema de vida y de formación sean mejor apreciados y aceptados.
No sólo la organización general y las actividades específicas, los programas de equipo y los de cada uno de los trabajadores, sino también las decisiones, que la misma vida cotidiana y las situaciones imprevistas exigen, deben hacer referencia a la orientación y a las líneas operativas establecidas.
Una gestión unitaria exige también que se acepten las decisiones de la autoridad competente y que ésta, cuando las situaciones lo requieran, ejerza realmente su poder de decisión.
Por su ubicación en el conjunto de la estructura, por su estilo y decoración, la iglesia debe ser signo visible de la presencia de Dios Padre providente en la vida de todas las casas guanellianas y expresión de esa fe que da vida a todo nuestro obrar.